sábado, 2 de abril de 2016

El horror de los imprevistos... Sociales




No sé reaccionar ante los imprevistos sociales como encontrarme, de repente, a un conocido en la calle, en el supermercado. Me desagrada encontrarme con la persona que limpia la escalera de casa, con un vecino en el rellano. Si puedo detectarlas a tiempo, las evito. Si veo a distancia alguna persona procuro cambiar de ruta o esperar a que se aleje. En el supermercado suelo simular no verles, pero a veces ellos son los que se percatan de mi presencia y se acercan a saludarme.  

Cuando soy descubierta, simulo sorpresa y alegría ante el encuentro y sigo el hilo, pero en mi mente se desata un volcán y quiero salir corriendo. Procuro ser educada y en cuanto puedo corto la conversación. La tensión del momento me dura y dura hasta que me acerco al portal de casa. Me noto caminar deprisa deseando llegar pronto al portal, a casa para poder respirar... respirar de alivio. En mi cabeza se produce un estallido que termina en ligera lipotimia. Necesito respirar como si me estuviera ahogando.

No es que esas personas no me caigan bien, es que ante los imprevistos no puedo "hacerme a la idea"y me quedo bloqueada, un bloqueo que me ata.


Este no es un tema baladí.. lo paso realmente mal.

En estos momentos, recuerdo una situación que casi me ocasiona una crisis brutal. Hace un año, un familiar nos pidió quedarse en casa durante una semana. Mi marido me avisó con un día de antelación, así que tuve poco tiempo para concienciarme, pero hubiese dado igual. Aunque me hubiese avisado con una semana de antelación, ese hecho hubiese ocasionado en mí un bucle infinito, intenso y duradero. 

El caso es que tal como se me dijo, al día siguiente ese familiar se quedó en casa y vino con sus maletas y demás. Dejó sus maletas en mi salón biblioteca y parte de su ropa y cosas personales encima de los sofás. Ver todo cambiado y desordenado me generó gran tensión. 

Ese familiar es un chico de los que la gente dice "simpático": hablador, hablador, hablador. Me imagino que quería dar conversación, pero para mí tener que llevar conversaciones vacías de forma continua me agota y me acaba generando tensión.

La tensión se iba acumulando.

Sus temas de conversación eran simples y siempre los mismos: móviles y ordenadores. Tema del que hablaba con su hermano, mi marido. A mí me era imposible participar en esas conversaciones, que considero insulsas y vacías. Pero lo peor eran las bromas continuas.. eso ya era insoportable. Era un constante hablar y hablar a todas horas... ¿Es que no se podían quedar calladitos un ratito?. Mientras estuvo en casa, mi dulce hogar silencioso y tranquilo se convirtió en una colmena. Un constante zumbido de bromas, conversaciones tontas, machaconas llenaban mi espacio. 

El primer día que estuvo en casa simulé tener mucho trabajo y me encerré en mi despacho. Apenas salí un rato a la hora de cenar. Al día siguiente, aparecí por el comedor un poco más, pero al tercero ya no aguanté. Me encerré en el dormitorio, me puse a escuchar música con auriculares para no escuchar ese "zumbido".. Pero no había manera, incluso con la música alta escuchaba el maldito zumbido (sus risas, sus conversaciones tontas).. Mi corazón no paraba de palpitar y la ansiedad cobraba terreno cada vez más y más hasta degenerar en un dolor de cabeza intenso y una gran irritabilidad contenida. 

La tensión se iba acumulando más y más.

Durante el tiempo que estuvo en casa, que al final fueron dos semanas, invadió mi paz, mi espacio, incluso se sentaba en mi lado del sofá, en MI lado del sofá.¡¡Que horror!!! Estaba invadiendo mi espacio a niveles extremos: mi casa, mi sofá, mi tranquilidad, mi silencio.

La tensión se acumulaba más y más y más.

A partir del tercer día su presencia me molestaba demasiado, su voz empezó a parecerme horrenda, su risa estridente y ya no pude, a penas, dirigirle palabras ni miradas. Se que él se percató de mi actitud, pero no pude fingir estar bien. Se que no es mal chico y que en realidad no hizo nada dramático para que yo reaccionara de esa manera. De hecho, desde la racionalidad se que exageré la situación; pero desde lo más profundo de mi empecé a cogerle manía de una forma desproporcionada.

"No es para tanto. Estás exagerando" diría cualquier persona... "¿Exagerando?" diría yo, enfadada.. "¡¡¡Ha invadido mi espacio y lo ha llenado de ruido, de desorden. Su presencia me obliga a escuchar conversaciones vacías, a tener que  aguantar tonterías!!!!"

Desde ese día no puedo mirarle, no puedo hablarle... 


2 comentarios:

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    1. Por supuesto.. No todos tienen que reaccionar como yo.. Yo solo expreso lo que yo siento sin tapujos.. Este es MI blog y, por tanto, expresa MIS pensamientos, MIS sensaciones.. No hablo del ASPERGER en general... HABLO SOBRE MI

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