martes, 14 de agosto de 2018

XXIV



XXIV

El ambiente me invita vagabundear sin prisas
por estas callejuelas oscuras.

Es uno de esos días de otoño
en los que el frío se debate por entrar,
aunque duda.

Y es, en esa duda, en la que yo paseo.
"Solitario", me llaman
pero, no saben ellos...

Me acompañan las minucias y
las grandezas...¡tontas!
que, a veces, no reconozco unas de
las otras.

Soy amigo de todo y de nada, 
de las coronas de oro, del laurel,
del lodo y de las espinas de las rosas, 
del llanto de un niño y de las gotas de rocío.

Soy leal compañero y me afirmo
con la mano en el corazón,
"fiel" a las piedras del camino.

Mi sonrisa (reconozco que algo soberana)
se pasea por las miserias.
Mis miserias. 
Pero mis manos siempre están abiertas
para recibir las tuyas. 

"Aereo poeta": me repiquetean estas palabras,
seguramente escuchadas en otros instantes
(aunque no recuerdo cuales)
y continúan diciendo: "tus pies
descansan en tierra... ¡¡deja de flotar!!"

"¡Sí!" grito al aire.
Paseo por estas callejuelas oscuras
de adoquines desgastados...

Mis pies se adosan a la Tierra.
¡No se... de que te quejas!
Tal vez de mí______ no se qué,
que se eleva para no contaminarse.
¿Te molesta?

<No son mis nubes las culpables
de tu realidad, de tu tierra, de 
tus pies, de tu "dos por tres, seis">

Replicas algo malhumorado
y creo reconocer
cierta socarronería en tu discurso.

Hastiado, arrojas con violencia animal
el libro, que solo hace unos momentos
yacía plácidamente entre tus manos.

"Si... ten cuidado, que de tanto inflar
tu... (no se qué), va a estallar 
en mil pedazos"

Y con la cabeza erguida, altivo te alejas...
¡¡uy!! casi tropiezas.

Mientras se desvanece tu imagen
me pregunto sobre la fuerza de tus pies
en la tierra
y sobre la altanería de tu nariz que
roza las alturas.

Recojo el libro que ahora descansa
sobre las palabras que hoy he alquilado.
Leo, por donde ha quedado olvidado.




Así ocupaba el tiempo cuando los demás veían que... no hacía nada. ¿Qué estará haciendo sola en su habitación?... 

En mi habitación me dedicaba a pensar, a escribir, a... divagar. En esos momentos de retraimiento del mundo, me invadían mis "sinestesias mentales".  Les llamo "sinestesias mentales" porque en mi mente las palabras escritas tenían color, sabor, aroma, textura, profundidad. Eran imágenes tridimensionales y pentasensoriales que me envolvían. Eran imágenes impetuosas que traspasaban mi mano muerta, mientras mi mente aprehendía la batuta de mi voluntad. 
 

Esta.. no se como llamarlo.. ¿poesía?, ¿catarsis mental? es el producto de uno de esos momentos intensos de cuando, con alrededor 16 años, pasaba el tiempo en mi habitación... NO HACIENDO NADA... o eso deberían pensar los demás. 

Desde lo más íntimo de mí para compartir.


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