sábado, 3 de septiembre de 2016

Mi máscara: ya no puedo prescindir de ella.



Hoy me ha pasado algo que me ha hecho reflexionar. En general, me considero una persona "agradable" y procuro cuidar el tono al hablar, mis expresiones para evitar ser ruda e intentar dar una imagen "amigable"; sin embargo, a veces, puedo resultar hosca.

¿Cuándo?

Cuando mi nivel de "alerta social" está bajo. Entonces puedo ser brusca, hostil e, incluso, ofensiva. 

Mi máscara es mi "Yo en sociedad" y me obliga a pensar antes de hablar y actuar. Es decir, me permite ajustar mis conductas a lo esperable. Es la que me permite: 
  • hablar de forma tranquila aunque por dentro esté de los nervios o enfadada. 
  • reír las tonterías de los otros aunque no me hagan gracia,
  • mostrar interés por lo que me dicen, aunque no me interese lo más mínimo,
  • poner buena cara, a pesar de tener dolor de cabeza por la saturación social,
  • pedir perdón y disculparme. Eso lo hago desde hace apenas unos años. Antes me era imposible.


Con las personas familiares puedo ser brusca, pero no con los demás, aunque a veces se me escapa la brusquedad incluso con los "no-familiares", pero han sido muy pocas veces. 

¿Por qué?, ¿Por qué soy brusca con los familiares y no lo soy con los "no-familiares?

Las personas que tengo cerca forman parte de mi contexto habitual, donde no suelo llevar mi máscara. Soy Yo. Yo tal cual. Yo al desnudo. Entonces no hago el esfuerzo de controlar la brusquedad y me sale sin más. Es cierto que desde que intuyo sobre mi condición me controlo también con los familiares.

Cuando salgo de casa, me pongo mi disfraz de "Común" y suelo hacer conscientes todas mis actuaciones, por lo que suelo resultar, como mínimo "agradable" y no me suele salir la brusquedad.

Pero... cuando el nivel de "alerta social" está bajo y se me junta con cansancio, frustración u otras circunstancias negativas me olvido de mi máscara y sale mi "Yo de verdad".

Tengo mi "Yo de verdad" y mi "Yo en sociedad" (mi máscara). 

En los últimos meses he querido desprenderme de mi máscara y ser Yo con todas las consecuencias, pero la experiencia ha sido nefasta. Mi máscara me ayuda a controlar, a actuar en sociedad (lo mejor que puedo). ¡¡¡No!!!, cuando llevo mi máscara no estoy fingiendo ¡¡de verdad!!.. cuando llevo "mi máscara" es mi Yo controlado y adaptable. 

Todavía necesito mi máscara: me ayuda a saber cómo comportarme, me hace parecer "común" y eso me hace sentir bien o, por lo menos, más apreciada socialmente y no aislada como cuando no tenía máscara. 

Mi máscara tiene vida propia: va cambiando con el tiempo y creo que para mejor.... Cada vez me siento más segura en el "mundo neurotípico", pero no negaré que es agotador¡¡¡¡¡¡¡¡


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