domingo, 23 de noviembre de 2014

Cuando la soledad es un refugio




Me vienen a la mente aquellos momentos en los que siendo adolescente, me refugiaba en mi habitación; de hecho, vivía en mi habitación. Era una especie de pequeña Virginia Wolf. Ni siquiera comía con el resto de la familia. Cuando llegaba a casa, cogía la comida que me habían dejado en la cocina y me iba directa a mi habitación. De ahí no salía para nada, para nada. Mi interacción social con el mundo era casi nulo. 

Cuando ya contaba con cierta edad, con unos 16 años, decidí "reformar" mi habitación: pinté paredes, suelo y la reorganicé con muebles viejos que "restauré" a mi forma. Allí estaba todo lo que necesitaba: mi cama, mis libros, un sofá viejo pero confortable, mis dibujos, mi mesa amplia donde trabajar-pensar.... Y, a partir de ese momento mi habitación se convirtió en mi hogar. Mi verdadero hogar. A veces, lo echo de menos... todavía. 

Al llegar a casa me metía en mi habitación y era cuando me relajaba de verdad. Acurrucada en mi sillón envuelta en mi manta al lado de la estufa de gas, me encantaba pasar el tiempo leyendo mis libros, pensando, divagando conmigo misma, enredándome en el mundo de los pensamientos, de las ideas. Era el mejor momento del día. Mejor dicho, era el momento esperado del día. Era mi burbujita calentita y acogedora. Todavía, hoy en día  sigo necesitando esa "burbujita", aunque ahora el refugio es mi casa. 

Cuando salgo del trabajo me voy directa y briosa hacia casa, como si me persiguieran, como si se tratara de un carrera. En el trayecto espero no encontrarme a nadie que haga retrasar la llegada a mi "burbujita". Llegar a casa se torna una necesidad imperiosa, casi obsesiva. Cuando alcanzo el portal de casa es cuando puedo "respirar". Es como si me persiguiera un monstruo ("la vida"). 

Cuando estoy fuera de mi burbuja (ahora "mi casa", antes "mi habitación") me invade una tensión extraña y es cuando las somatizaciones invaden mi cuerpo: cefaleas, mareos, debilidad, palpitaciones. 

Para muchas personas, la soledad puede suponer un vacío; sin embargo, para mí es un momento en el que me recupero del estrés que supone enfrentarme al día a día. Salir de casa y empezar el día me pone en situación de "alerta": qué va a pasar, cuándo va a ocurrir un imprevisto, ¿seré capaz de hacerle frente?.  El tener que socializar, el tener que prestar atención al entorno y orientarme, el tener que enfocarme en lo externo (las responsabilidades diarias) y no poder "procrastinear"; es decir, dejarme llevar por mi mundo interno. Todo ello me genera mucho malestar emocional. 

¡¡¡¡que agotador¡¡¡¡

Salir fuera de mi burbuja (que otros llamarían "Zona de Confort") supone un gran esfuerzo y... lo hago, pero a costa de vivir constantemente tensionada. 

"Uno no puede tener un déficit social cuando está solo. Ni puede presentar un problema de comunicación si está solo. (...)" -frase atribuida a Tony Atwood (*)-  y así es: 

¡¡¡¡Me siento tan "normal", quiero decir tan "bien" (relajada, tranquila) cuando estoy sola (en casa)!!!! 

Es tan difícil de explicar y que otros comprendan que necesito estar en mi burbuja para recomponerme de las presiones, exigencias, responsabilidades externas. Vivir se convierte, a veces, en una cadena perpetua. Y, si... ahora soy "exitosa" (eso dicen), pero la presión de lo que se espera de mí me carcome por dentro y sigo necesitando mis momentos de descanso. Llegar a mi casa y recuperar mi soledad me hace descansar de la hiperestimulación de vivir. Es un estado necesario e imprescindible en mi vida desde joven. 

Ya, en mi diario de juventud -con unos 19 años- lo expresaba así: "...Solo soy yo cuando estoy sola en mi habitación. Allí estoy segura porque no tengo que relacionarme con nadie" (fragmento que data del 16 de Marzo del 1989). 

Tengo la sensación de que, en esencia, no ha cambiado nada, que sigo sintiéndome igual que antaño. Esto es una "condición" (¿condición?) de por vida y lo que llegas a aprender es que tienes que asumirla. Tienes que aceptar esa necesidad de soledad para poder recomponerte del día a día. Ahora, en mi soledad entra mi marido, mi hija y mis gatos, pero.... sigo necesitando mis momentos propios intensos de aislamiento mental. Lo necesito como se necesita el aire. Es mi botella de oxígeno.

Cabe decir que antes me sentía culpable por estar tanto tiempo sola o por tener poca "vida social". Lo concebía como algo malo, como algo errado, sobre todo,  cuando me comparaba con los demás. Ahora, lo entiendo como algo necesario. Mi medicina para vivir. Lo que no tengo tan claro es que los demás lo comprendan ("que se pongan en mi lugar") y que no vean mi necesidad de aislamiento como una actitud "enfermiza" ("pasas mucho tiempo sola... eso no puede ser bueno"). Creo que me enfermaría de verdad si no tuviera esos momentos de "desconexión" del mundo. 

Sí... vivo en mi "burbuja mental". 
Sí... vivo en "mi mundo". 
¿Que son tópicos?... no, no son tópicos... es mi realidad, mi necesidad. No me la quitéis. Dejadme disfrutar de esos momentos cálidos en mi burbujita. 

La gente suele descansar de un día ajetreado quedando con gente. 
Yo descanso de un día ajetreado alejándome de la gente en busca del silencio. El silencio de mi hogar, de mi mente.


(*) citado en el libro de Steve Silverman (2016). Una tribu propia. Ed. Ariel. Pg. 493

2 comentarios:

  1. Hola, empiezo por la primera entrada. Quiero hacerlo en ese orden. Voy a ir haciendo comentarios a medida que tus posts me vayan inspirando. No soy asperger (que yo sepa), pero sí tengo diagnosticada sordera profunda de nacimiento, y eso creo que ha hecho que me vuelva "rarita", me ha aislado sin que yo lo quisiera, y, bueno... una persona observó en mi esas rarezas, y me ha aconsejado la lectura de tu blog. A ver qué pasa. Un placer conocerte.

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    1. Ohhhhh¡¡¡ muchas gracias por interesarte en el blog¡¡¡¡ cualquier cosa.. me dices. Un saludo :-)

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