martes, 6 de diciembre de 2016

Desde el balcón...




Escondida, para que no me vieran, les veía jugar. 

Les veía jugar en la calle, en el parque cerca de casa. Les veía cuando salían con las bicicletas, cuando jugaban a las carreras... y se reían. 

Yo, mientras, desde el balcón de casa, escondida, les veía jugar.

Yo no iba con ellos, no porque no quisiera, sino porque sabía que no podía seguir el ritmo de sus juegos, de sus risas.

Alguna vez fui con ellos, pero siempre quedaba relegada a la invisibilidad. Yo quería tener amigos, pero mis señales de humo eran tan tenues que desaparecían con rapidez... Nadie las veía. Se olvidaban de mi presencia. 

Se que a mi hermano le preguntaban por mí, le preguntaban porqué no iba a jugar y creo que en alguna ocasión me trataron de "rara". 

Es cierto, era "rara", era "no-común". Ya desde pequeña sentía que era "no-común". Yo lo sabía y también sabía que ellos lo sabían. Les miraba a los ojos y me sentía descubierta, vulnerable, señalada. Prefería alejarme, esconderme y así evitar evidenciarme.

Hoy me vienen recuerdos de esos días y revivo el sentimiento de vacío, de soledad, de una soledad inmensa que pensaba que no tendría fin. Por entonces, todavía no era capaz de llorar, pero las lágrimas ahogadas hacían mucho daño en la garganta, en el pecho, en los dedos de mis manos, en mis ojos. Llorar, para mí, era una debilidad... ¡¡no!! No iba a llorar. Sabía que era "no-común",  pero no me permitía ser débil, eso no. Tenía que procurar que los demás no vieran mis debilidades. Eso nunca.

Ahora pienso que si hubiese sido capaz de llorar, de gritar, de golpear las paredes.. tal vez hubiese dejado de ser invisible. 

Y, yo les miraba jugar y soñaba ser como ellos...



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